El árbol de limón amarillo

No me puedo enfocar en el presente, no contigo.

Soy capaz de perdonarte lo que hagas pues a fin de cuentas no soy insensible a las circunstancias y también yo peco a veces de inoportuna.
Pero no estuviste cuando operaron a mi madre, cuando despidieron a mi hermana del trabajo que adoraba, o cuando tuvimos hospitalizado a mi abuelo.
Y lo que reclamo es que tenerte no me servía de consuelo, de apoyo o de distracción. Porque eras como una proyección en segundo plano. Eras como la música de fondo de una película o evento, música casi siempre sin nombre.
Y tampoco es que me queje como una insensata que solo piensa en si misma.
Sé (ahora lo sé) que tampoco yo estuve siempre ahí. Ni en el nacimiento de tu sobrino, ni en el accidente de tu padre y menos en la boda de tu mejor amigo.
Pero ¿cómo iba a estar si nada me compartías?

Ahora que estás, estoy, estamos, juntos. Y que crees que de nada vale reclamar hechos pasados (en este caso hechos inexistentes, en este caso la falta de hechos) creo que debo recurrir a la metáfora para que entiendas porque para mi siempre va a ser importante esa falta.

Imagina un árbol de limón que sembramos juntos en un jardín, sí, como los que queremos tener en la nueva casa, ahora solo imagina que lo sembramos cuando nos conocimos ¿hace tanto o tan poco? Y que ambos debíamos regar y abonar con nuestros encuentros y nuestros cariños. El árbol, a pesar de las escasas muestras de posibilidad, creció. Creció y por eso estamos juntos. Pero de los frutos que debía dar, grandes, jugosos, dulces ¿Qué dio? Pocos recuerdos, muchos corajes. No lo abonamos con presencia ni lo regamos con intenciones (pues siempre creímos que seríamos fugaces) y creció así en la soledad y el abandono, seco, de pocos frutos y estos a su vez amargos.
¿Qué tanto podemos sacar en realidad de este árbol qué, dejando la metáfora, es nuestra relación? Haremos pasteles dulces en nuestra mente pero con resquicios amargos en nuestro paladar.

No diré que no importan ahora nuestras cosas juntos, claro que importan, pero se mecen a la deriva en una base tan poco sólida, tan llena de inseguridad.
Seguiré contigo sí, después de esto, aún lo deseas, pero no me intentes convencer de que todo aquello en que nos faltamos no importa ahora.

Tengo esa esperanza de que con esfuerzo pudiéramos fortalecer esa base inconclusa de lo que fuimos, pero no creo poder hacerlo sola, y si no te he convencido de la importancia que deberíamos darle a nuestro ayer (con el perdón de llamarlo nuestro) entonces me temo que la inercia nos conducirá adelante pero llevaremos con nosotros, siempre, cada uno, nuestros rencores o nuestros arrepentimientos.

Cariño, lo que no fuimos pesará siempre mas que lo que somos.

 

 

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